Hace ya unos cuantos meses que andábamos todos algo cabizbajos debido a la privación de nuestra vida social. La enfermedad que asola el planeta nos tenía encerrados en nuestras casas, sufriendo un miedo constante, pues veíamos como cada día eran más las personas contagiadas .
Nos ha privado, de actos tan familiares, como son darnos abrazos con las personas queridas. Que decir de besarnos. Ciertamente que entre adultos nunca hemos sido tan efusivos como somos con los más pequeños de las casas. Pero al vernos, nos alegramos con temor y solo los más osados se dan el codo, cuando la mayoría mantenemos una distancia de seguridad.
Hemos tenido que renunciar, durante un «breve» periodo de tiempo a recibir y dar abrazos a esas pequeñas mujercitas y hombrecitos ( han llegado a normalizar el uso correcto de las mascarillas y algunos adultos aun no sabemos como ponérnoslas).
En mi caso, he tenido que renunciar a disfrutar mucho tiempo con «mis juguetes», mis sobrinos. Gracias a las nuevas tecnologías parece que no están tan lejos, pues mediante videollamadas nos podemos ver, pero no tocar.
No es un cuento, es una realidad
Parece un cuento, pero esta vez no lo es. Antes de la pandemia , cuando las personas nos desplazábamos libremente entre localidades, cuando nos reuníamos más personas de las que sillas habían en las casas. Tenía la intencionalidad de traspasar mi amor por la lectura a «mis juguetes».
Por ese entonces nos sentábamos en un sofá, (solía ser el suelo) y comenzábamos a leer algún libro. Siempre de una temática acorte con los gustos de los niños. Como leer les resultaba costoso, siempre era yo el que más tiempo leía. De esta manera pasamos buenos ratos y logre que dejasen de prestar atención a las pantallas de luces de colores.
«no hemos dejado la lectura, la hemos aumentado»
Ahora nos resulta imposible juntarnos, pero no hemos dejado nuestra lectura, la hemos aumentado. ¿Cómo es eso? Nos hacemos videollamadas y cada uno desde el calor de su hogar sigue la lectura con su libro. El costo económico ciertamente es el doble, pero los minutos que pasamos juntos de esta manera no tienen precio.